Hoy he estado viendo este vídeo durante mi clase de inglés en la oficina y realmente me ha hecho pensar sobre lo que reflexiona Jason Fried en clave más o menos de humor, pero diciendo verdades como puños.
Es largo y está en inglés, pero si tenéis un rato os recomiendo que lo veáis, porque realmente es digno de un estudio sociológico que ayude a comprender cómo trabajamos en el trabajo (aunque suene redundante).
Más o menos la historia comienza analizando en hecho de que las empresas y organizaciones compran o alquilan edificios que equipan con mesas, conexiones a Internet, ordenadores y que supone mucho dinero sobre la base teórica de que en esos edificios, los trabajadores de aquella empresa de turno van a trabajar.
Pero sin embargo, si pensamos un poco o tratamos de responder a la pregunta de:
¿dónde irías cuando tengas algo importante -y urgente- que hacer?
Las respuestas, de lo más variopintas, se centran en tres aspectos: lugares externos a la oficina, sitios móviles y momentos. Desde despachos en casa, bibliotecas, terraza o cocina (entiendo que esto será porque el tipo del vídeo debe vivir en California, porque me encantaría invitarle a intentar trabajar en mi cocina), a lugares móviles como coches, trenes, metro o avión... y momentos como a primera hora de la mañana, a última del día o en fin de semana.
Pero, ¿por qué nadie pensamos en la oficina como el lugar idóneo para trabajar cuando los dirigentes de nuestra empresa se han gastado tanta pasta para disponer de un espacio para que sus empleados puedan trabajar a gusto?
Pues creo que básicamente porque es muy difícil concentrarse en nuestros centros de trabajo. Es imposible mantener un ritmo de trabajo si cada 15 minutos o media hora tenemos una interrupción, una llamada, 15 emails, o no digamos esos días en los que sales de la oficina pensando que lo único que has hecho es reunirte con tus compañeros. Vale. Reunirse también es trabajar, pero creo que tenemos cierto virus de reunionitis.
¿Qué podemos hacer para evitar esto?
Algunas ideas podrían ser instaurar una tarde al mes en la que no se pueda interrumpir para nada a nadie de la oficina. Algo así como
la tarde del silencio.
También podríamos anular las reuniones que tengamos los lunes. Así. Por definición. Nada de retrasarlas o moverlas a otra fecha. Anulartlas y punto. No va a pasar nada por ello.
En fin, que es curioso pero completamente cierto. Si quieres concentrarte en algo para ser productivo, es mejor que te vayas a casa, a un Starbucks o a cualquier sitio en vez de a la oficina. Menuda paradoja!