El pasado fin de semana me fui a Dublín con dos de mis mejores amigos. En principio estaba pensado que fuéramos todo el grupo de amigos de Torrelavega, pero por h o por j, al final fuimos tres, pero la verdad es que disfrutamos mucho los 4 días escasos (de Jueves después de comer a Domingo al mediodía) que estuvimos allí, dando paseos para conocer la ciudad y tomando cerveza mientras charlábamos y escuchábamos buena música.
Porque realmente creo que Dublín (aunque es una ciudad que fue creada por los Vikingos) ha ido evolucionando alrededor de la música y la cerveza. Ni que decir tiene que lo que más llama la atención es la cantidad de pubs con ese toque a pub irlandes.... ups, espera... ¡si estábamos en Irlanda! ...Ahora lo entiendo.
El caso es que había cientos de miles de pubs. Todos iguales, y todos diferentes. Digo iguales porque la pinta de todos es la misma si los vemos desde fuera, pero son absolutamente distintos una vez entramos en los mismos. Puedes estar en un lujoso pub irlandes y en el concepto "bar paco" español, pero con un sabor muy parecido al del resto de locales de la zona.
Algunos (la mayoría) con posibilidad de "comer" algo dentro, si eres capaz de hacerlo a las horas en las que esa gente come, por no hablar de que el viernes por la mañana, después de haber dormido solo cinco horas, y ansiosos de conocer la ciudad, decidimos ir a dar un paseo y no había nadie en las calles hasta prácticamente el mediodía, pero claro... el ritmo de la ciudad es vespertino... y nocturno.
Vespertino porque te encuentras a la gente a las 4 de la tarde tomando pintas como si el mundo se fuera a acabar 2 horas después (y vive Dios que beben como si no hubiera otra cosa en el mundo más importante), y nocturno porque tiene turismo y los turistas aguantamos más (o mejor dicho, mejor). Los dublineses (o incluso ingleses) que siguen por ahí a la 1 de l amadrugada presentan un aspecto lamentable. Del tipo a los que andan hacia atrás y hacia los lados mientras balbucean con la policía que intenta levantarles del suelo.
Pero a lo que iba, que me estoy liando. La ciudad huele a música y a cerveza (Guinness, por supuesto). Multitud de tiendas de discos (¿recordáis alguna que quede abierta en España?) y de tiendas de venta y alquiler de instrumentos musicales, y cientos de miles de Irish pubs en cada rincón y en cada acera.... y un poco a las afueras de la ciudad, la Guinness Storehouse, la fábrica de cerveza más grande del mundo, abierta desde el año 2000 y que en estos 10 años y poco ha recibido a más de 8 millones de visitantes.
Una fábrica convertida en museo en la que vas comprobando los pasos para la elaboración de esta original e inigualable cerveza negra, para finalmente, llegado el final del camino (en la séptima planta) poder disfrutar de una Guinness mientras observas unas magníficas vistas de la ciudad.
Por cierto, para quién quiera visitarla, puede beneficiarse de un 10% de descuento si compra su entrada online, y es que han reforzado su estrategia 2.0 con página de fans de Facebook (de la que me acabo de hacer fan) canal en Youtube y perfil en Twitter... y es que la vida cambia, hasta para los tranquilos dublineses!!!
Por cierto, quien quiera deleitarse con la crítica gastronómica del Elephant and Castle, uno de los restaurantes en los que cenamos, aquí le dejo la crítica de Juanpa en su blog de gastronomía.
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