Los aeropuertos son lugares fríos y hasta cierto punto
inhóspitos y hasta cierto punto nostálgicos. Son el último punto de contacto de
nuestro origen, con lo cual, lugar que unos no quieren abandonar… y también es
el principio del destino para otros que ansiosos esperan pasar página y volver
a casa.
También es un sitio donde nos hacen sentir como si
hubiéramos robado algo. Es curioso, porque nada más acercarte al control de
seguridad encuentras como comerciales ansiosos de captar un nuevo cliente de
una conocida tarjeta de crédito tratan de venderte algo, pero pocos segundos
después, en el propio control de seguridad sientes como si le hubieras robado a
alguien… y con suerte acabarás descalzo, sin cinturón y cacheado por un miembro
del equipo de seguridad si es que antes no has tenido que abrir la maleta para
mostrarle al mundo tus miserias
Además es un lugar donde la gente pasea sin rumbo ni destino
claro hasta que una pantalla que persiguen constantemente con la mirada,
muestra a todos los pasajeros las “coordenadas” a las que dirigirse.
De pronto vemos como toda la gente que estaba alrededor
de la pantalla con mirada ansiosa en la
misma y un tic nervioso que dirige sus ojos al reloj y a la pantalla… a la
pantalla y al reloj, de pronto encuentran el sentido a esos minutos (horas) de
absurda espera, se levanta con gesto decidido, agarra su equipaje y se dirige a
la puerta de embarque casi a la carrera.
Pero el viaje no ha hecho más que empezar. Llegas a la
puerta de embarque y comienza la competencia feroz por conseguir un buen puesto
en la parrilla de salida, aunque por suerte no tan feroz como hace 2 o 3 años,
cuando las compañías low-cost no vendían asientos asignados, sino que la
política reinante era la de “maricón el último”.
Ahora al menos tienes tu asiento, pero el espacio en cabina
se cotiza… incluso antes de subir al avión, ya que dependiendo de la compañía
con la que vueles, el número de bultos con los que puedes subir a la aeronave
puede quedar limitado a uno solo (caso especialmente injusto con las mujeres y
su dicotomía maleta-bolso / bolso-maleta).
Pero en toda buena historia tiene que haber un punto de
drama. Con los aeropuertos no podía ser distinto. Incluso sabiendo de antemano
que –por ejemplo- Easyjet solo permite un bulto por pasajero, dependiendo del
humor de la persona que está comprobando las tarjetas de embarque y los
pasaportes y, seguramente, del número de pasajeros del avión, puede que seas
“el elegido” para el más difícil todavía: meter en tu maleta el maletín del
portátil todo esto sin que ésta reviente y además cumpliendo con las medidas
estándar de cabina… que básicamente consiste en meter tu maleta a punto de
explotar en un cubículo infernal donde apenas cabría vacía.
Si has llegado hasta aquí, estás cerca. Enhorabuena. Pero no
cantes victoria amigo. Todavía te queda por sufrir el momento “codazos” cuando
abren el acceso al avión. Dependiendo del destino (y por tanto en gran medida
de tus compañeros de viaje) ese momento tendrá más o menos dosis de tensión y
pelea. En el barro, españoles e italianos somos los más duros de roer, así que
más te vale que estés atento a los idiomas que escuchas alrededor para elegir
bien a tu compañero de batalla.
Por fin en el avión. Ahora sí que sí. Pues no. Estás cerca…
pero todavía tienes que colocar la
maleta lo más cerca de su asiento. ¿Te acuerdas? Sí, esa maleta que te
han hecho hinchar como a un pavo semanas antes del día de acción de gracia en
EE.UU. Tendrás suerte si esa señora de 120kg termina de sentarse y te deja
pasar, pero al llegar a tu sitio… mierda!! No ves forma de colocar tu fornida
maleta, de modo que al final tienes que ponerla varios sitios detrás de tu
asiento, lo que te asegura que has de dejar salir a todo el pasaje antes de
poder recogerla cuando el avión llegue a su destino.
Enhorabuena, puedes sentarte y disfrutar del vuelo.
¿Disfrutar? Ah… ¿dices que mides más de 1,80? Entonces lo siento amigo, todo lo
que has conseguido hasta ahora solo te va a llevar al castigo de 2 o 3 horas de
vuelo con las piernas encogidas o las rodillas empotradas contra el asiento que
está enfrente de ti… salvo que –como me está pasando ahora mismo- estés sentado
en la salida de emergencia y realmente te sientas un triunfador (hay que ver
con qué poco te conformas cuando has pasado por tantas miserias aeroportuarias)
3 comentarios:
que chulo
Y digo yo............
No sería más cómodo para todos facturar TODO salvo el auténtico equipaje de mano (bolso, mechero, jersey, neceser, etc.) ???
Los que "sí facturamos" estamos hasta los huevos de:
- Agunatar en el pasillo del avión porque los que ´"no facturan" van chocando el puto trolie con todo.
- No encontrar sitio en los compartimentos encima del asiento porque los trolies/maletas ocupan todo.
- Tener que ayudar a las señoras a subir y bajar el puto trolie, que parece que va relleno de plomo.
- Al aterrizar, volver a esperar a que todos los de alante bajen los putos trolies y salgan del avión chocando con TODOS los asientos.
- Etc., etc.
No sería más razonable, civilizado, seguro y CÓMODO, facturar todo e ir sólo con el auténtico y real equipaje de mano ????
Y todo por ganar 10 minutos cuando has perdido más de una hora en "salidas" (cola de facturación, supercola de control, cola de embarque, cola del puto finger, cola en el avión, etc.)
TODO EL MUNDO OBLIGADO A FACTURAR.
CABRONES ¡¡¡¡
NOTA: se entiende por "equipaje de mano" aquel que normalmente se lleva a una playa nudista.
querido Borxio, es evidente que tus viajes en avión son de placer, o que si lo haces por negocios no necesitas estar varios días por ahí, con la maleta adosada a tu cuerpo cual caracol.
y no son 10 minutos los que ahorras.
cuando viajo por trabajo, entro en el aeropuesto 40 minutos antes de que salga el avión, con mi tarjeta de embarque móvil, y voy directo a la puerta, tras pasar por el control de seguridad
ahorro al menos 1 hora ahí, y otros 10 minutos en la recepción de la maleta... además sin riesgo de que se pueda extraviar
pero como todo... para gustos los colores
abrazo y gracias por tu comentario
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