Están ahí. Muchas veces no lo percibes. No te das cuenta,
pero existen negocios en los que no hay competencia alguna y los precios
mantienen cautivos a los clientes que, si quieren disfrutar de dichos productos
o servicios, han de pasar por el aro de dichos precios abusivos, sin otra
posibilidad que “unos o ceros”. Si o no. Como escuché una vez en una
negociación, “take it or leave it”
Sencillo y… demoledor. Supongo que todos tenéis en la cabeza a
alguno de estos ejemplos donde no hay competencia y los precios son
absolutamente abusivos, pero por algún matiz del negocio, la gente tiene que
afrontar una “decisión binómica”. Si o no.
Me acaba de pasar hace escasos 5 minutos. Estoy ahora mismo
en el AVE que hace el trayecto Madrid-Sevilla que cogí a las 13.00 y me he
acercado a la cafetería del tren para comprobar la teoría de la que os estoy
hablando.
Consciente de los precios abusivos de la cafetería del AVE,
me he acercado para comer algo. Mi elección bastante lejos de ningún lujo
asiático. Sencillamente he pedido un sándwich de jamón y queso que han
recalentado tristemente en un micro, una Coca Cola Zero y unas patatas fritas,
y me han cobrado 9,70€
Y obviamente lo he pagado, lo que no significa que no sea
consciente del palo que me han metido, como lo he sido en otras situaciones
parecidas como el servicio a bordo de loa aviones o incluso (habiendo más
competencia) en los restaurantes y cafeterías que hay en los aeropuertos donde,
no hace mucho, me cobraron 8€ por un bocadillo de jamón serrano que, por
cierto, tenía dos o tres lonchas casi transparentes
Pero definitivamente conseguir una concesión para este tipo
de negocios puede ser un buen negocio, porque independientemente del modelo de
contrato que tengan que afrontar e incluso del modelo de distribución al que
puedan verse obligados, el margen que obtienen por producto es absolutamente
escandaloso.
Al final no deja de ser un tema de oferta y demanda. De
fijar un precio lo más alto posible y que tus clientes estén dispuestos a
pagarlo. Sobre todo porque en caso de querer disfrutar de dicho producto, no
tiene otra alternativa. Me recuerda a una experiencia que viví hace años en
Fuerteventura, donde encontré con mi mujer una máquina de refrescos a la salida
de una playa, y vimos que los precios de cada lata de refrescos eran de 3€ (10
veces más que su precio de compra). Pero claro, una playa en agosto, 35º al sol
y una especie de oasis en forma de máquina de refrescos con la bebida helada….
¿cuánto estarías dispuesto a pagar? ¿Qué pasaría si el precio fueran 5€?
Creo que el razonamiento para los precios de la
cafetería del AVE o el servicio a bordo de un avión ha de ser parecido. ¿Tu qué
crees?