Alguna vez he comentado en el blog que hay ciertos productos -pocos- que son tan conocidos y el valor de la marca es tan grande que pueden permitirse el lujo de no destacar ni uno solo de sus supuestos atributos o ventajas competitivas. Sencillamente no lo necesitan, con lo cual pueden incidir sobre el aspecto aspiracional del mismo, o sobre el nivel de "engagement" que pueda llegar a generar entre sus fans o potenciales clientes.
Uno de los casos más evidentes es el de Coca-Cola, que jamás (al menos en los últimos años) ha necesitado destacar ninguno de sus supuestos atributos. No hablan de que quita la sed, o que su sabor es intenso y único. Si nos fijamos en sus spots, hablan de felicidad, de "la chispa de la vida" y de otras mil cosas, pero jamás de las características de sus productos.
Con Apple sucede lo mismo. Es tal el valor de la marca y el nombre ha conseguido merecidamente a lo largo de las últimas décadas, que apenas necesitan hablar de las características de sus productos, porque tienen un componente aspiracional enorme, aunque yo en su momento comenté que en mi opinión, hace tiempo que llevar un iPhone es cualquier cosa menos exclusivo, ya que -con todo el respeto del mundo- lo llevan los mecánicos, panaderos y barrenderos de cualquier ciudad (ojo... entiéndase el comentario... que nadie vaya a sacar mis palabras de contexto).
Pero da igual. Mola. Y así será durante un tiempo. Y como dicen las fotos de Julio Iglesia con las que todos hemos sido inundados... y lo saben!! Y lo demuestran con anuncios tan chulos como este del MacBook Air. Puro arte e indefinición... y ni siquiera nos muestran el producto de frente... porque en lo que la gente se fija es en la manzanita de la parte de atrás.
Tremendo, la verdad
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