Los que tenéis la paciencia de leer El blog del Marketing desde hace tiempo sabréis que sin ningún tipo de duda puedo decir alto y claro que ODIO IKEA.
Hace años que decidí no volver a pisar uno salvo extrema necesidad. Tengo la suerte que a mi mujer le gusta y acepta que a mi no, con lo cual nunca (o casi nunca... creo que no podría jurarlo) desde que decidí no volver a ir con ella a IKEA, he vuelto a pisar ese constante caldo de cultivo para las peleas entre parejas.
Y es normal. Te tratan como un burro, haciéndote seguir una dirección de la que -solo los más expertos- son capaces de seguir sin complejos dispositivos de geo-localización indoor. Es increíble comprobar como cada 20 pasos encuentras a una pareja discutiendo por todo tipo de gilipolleces. Y lo peor es que las mujeres parecen disfrutar de esos momentos. Nos llevan a su terreno, nos aturden con muchos más impactos visuales de la que la mente de un hombre puede asimilar, y cuando estamos débiles... atacan con todas sus armas, usándonos de simples mulos de carga o pidiéndonos la opinión como quién canta una canción.
Los hombres no podemos hacer dos cosas a la vez (salvo tomar una cerveza y ver un partido en la tela). Mujeres del mundo... asumidlo. Somos simples. Sencillos. Neutros. Fijaros hasta qué punto somos simples que podemos quedarnos mirando a cualquier punto con los ojos fijos en el infinito y no estar necesariamente pensando en nada a pesar de que preguntéis repetidas veces que en qué estamos pensando. En nada. Creedlo
Y si pensáis que exagero con mi ODIO a IKEA, podéis ver que son muy conscientes de todo el juego sucio que -vosotras principalmente- lleváis a cabo en vuestra tienda IKEA más cercana. Brujas!
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