Las redes sociales han cambiado nuestra vida. Es la frase repetida una y otra vez hasta la saciedad. Sin embargo, no llegamos a comprender que este cambio va más allá de la celeridad en las comunicaciones y la pérdida de la privacidad; es un cambio a nivel sociológico. Todos aquellos que han llegado a la adolescencia cuando ya existían las redes sociales se han hecho los reyes de ellas, y las usan con una complejidad muy por encima del resto de la población.
La generación que fue a EGB, ha tenido que aprender a usarlas y jugar a un juego cuyas reglas no estaban aún escritas. El uso de las redes sociales lleva asociado un protocolo que no todos han sabido adoptar, y es que conocer las normas del ciberespacio se ha convertido en vital para nuestra imagen personal. Una cosa es lo que somos y otra muy distinta lo que proyectamos; podemos ser tímidos, reservados o incluso huraños, pero proyectar una imagen de seguridad, éxito y extroversión. Una especie de adaptación moderna de los conceptos romanos de res publica et res privata.
Pero quienes de verdad han aprendido a desenvolverse en este contexto como peces en el agua son los adolescentes. Para ellos las redes sociales son algo natural; han crecido con ellas y son una realidad intrínseca a su vida. Usan Twitter, Facebook e Instagram mucho más inteligentemente que cualquiera; siendo Instagram un ámbito para lo privado, lo que verdaderamente son y quieren ser, llegando a tener una cuenta pública y otra privada; sólo para los más allegados. Facebook es algo serio, algo que sus tíos, primos y cualquier adulto, podrían ver y aprobar.
Las relaciones, en este punto, han sufrido un antes y un después: ``si no comentas y le das like a todo lo que comparto, tal vez no seamos tan amigos como yo pienso´´. Son muestra de los pequeños protocolos que se han establecido y de cómo desconocidos, jugando bien sus cartas, pueden convertirse en alguien íntimo. Se entra aquí en un debate moral sobre la banalización de las relaciones y la frivolidad de las mismas; porque es bastante posible que esa generación de individuos superficiales, llegado un término, sea irrecuperable.
Tener en cuenta todos estos factores es de vital importancia, ya que sabiendo cómo se comunica esta generación será más fácil llegar a ellos. Ya, ni nos valen los medios tradicionales, ni las comunicaciones tradicionales. La principal característica que rige ahora la comunicación es la fugacidad, la inmediatez. No hay lugar para el reposo ni la asimilación. Por primera vez, no hay que educar a los consumidores, son estos los que educan a las marcas sobre cómo es mejor acercarse a ellos. El que gane la carrera y sea capaz de dar con la tecla desentrañará un nicho muy codiciado, sólo por lo difícil que es acercarse a ellos.
Comprobado está que uno de los mejores métodos para establecer una aproximación es mediante los líderes de opinión de las redes sociales; lo que ellos tienen los demás lo quieren. Asimismo, establecer un acercamiento con estos individuos es una de las mejores formas de alcanzar al gran público y puede ser mucho más rentable que la clásica campaña en televisión.
Al fin y al cabo, no debemos olvidar que lo maravilloso de la publicidad es su continuo reinventar.
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Blogger Invitado: Guillermo Osuna
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