Hace un par de sábados viví otro de esos momentos surrealistas que seguro que en mayor o menor medida habéis vivido vosotros. Os cuento; seguro que os suena.
Sábado por la mañana. Muy temprano. Alrededor de las 7 am, o quizás poco antes. Un fin de semana cualquiera del mes de diciembre, con frío en las calles y silencio absoluto en la casa. Todos dormidos, aunque mi despertador estaba a punto de sonar para irme a jugar al golf con un amigo.
De pronto, el teléfono fijo comienza a invadir la paz de la casa, con esa urgencia y sensación de emergencia que dan las cosas que no son muy normales, y mi cabeza me lleva a lo peor. ¿Quién llama a estas horas? ¿Qué habrá pasado? Mis primeros pensamientos van a mi familia. Mis padres, mis hermanos, mi suegra... así que me lanzo como una fiera a por el teléfono. Primero para que deje de sonar y no despierte a nadie más en la casa, y segundo, porque cuando un teléfono suena a esas horas, es mejor atender la llamada.
- ¿Diga?
Durante un segundo y medio, escucho silencio y empiezo a penar... "no tendrán cojones de llamar a estas horas".
- Hola, le llamo de Microsoft, porque tiene un problema con su equipo.
Cuelgo aliviado, pero inmediatamente después empiezo a pensar que esto ya pasa de castaño oscuro. Que una cosa muy distinta es recibir constantes llamadas al móvil y al fijo, pero otra que lo hagan un sábado antes de las 7 de la mañana, y encima lo hagan al teléfono de fijo, que -por definición- no está silenciado.
Lo cierto es que hace ya muchos años (en 2010), amenacé con quemar las oficinas de Jazztel, e imagino que no debió ser simplemente mi sensación, sino que estaba ocurriendo a nivel nacional. Sobre todo las operadoras de telefonía móvil estaban perdiendo los papeles en una lucha encarnizada de ofertas para conseguir incrementar su base de clientes precisamente pasando por encima de los mismos, con campañas telefónicas que claramente estaban fuera de cualquier criterio ético.
No sé si os sigue pasando igual, pero a mí me están pasando por encima como un avión. Ultimamente no paro de recibir llamadas a todas horas. A fijo, a móvil, por las mañanas, por las tardes y por las noches. Sigo sin saber qué hacer, porque les da todo igual.
Les intento dar las gracias por su llamada, pero que no estoy interesado en contratar un seguro de decesos, les digo que mi empresa me paga el teléfono móvil y que por tanto no tengo siquiera la potestad de elegir compañía de telecomunicaciones, y que tampoco quiero un seguro médico porque tengo la suerte de que también es parte de la remuneración corporativa... no, muchas gracias, no tengo pensado en colaborar con la Cruz Roja, porque ya lo hago con Unicef y con Médicos sin Fronteras.
También le he pasado el teléfono a mis hijos para que les digan que no hay ningún adulto en casa. Les he pedido que no me llamen más, porque estoy harto de recibir llamadas, les he gritado con evidente falta de educación (perdona querido agente telefónico... sé que tú no tienes culpa de nada, pero yo tampoco).
Y por fin el otro día me acordé de que en mi época en Vodafone (paradójico, ¿verdad?) existían dos listas a las que los clientes podían apuntarse para que (al menos teóricamente) dejaran de recibir estas llamadas de carácter comercial. Eran la lista Lortad y Robinson. Y de hecho, buscando en internet, descubrí que Xataka hablaba de ella y me decidí a dar un paso más hacia esa ansiada paz comercial en mis teléfonos.
Por cierto, si crees que esta información sobre la Lista Robinson para conseguir que dejen de llamarte los vendedores telefónicos puede ser útil para más gente, aquí debajo tienes los botones para compartirlo en todas las redes sociales. Te pido que lo compartas porque creo que esto no me está pasando sólo a mí (los botones no aparecen si estás leyendo esto desde un móvil)
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